Dos sirios, un indio, tres polacas, una eslovena y un lumbrerense. Ese fue el bagaje de gente en mi primera noche de fiesta en Berlín. No esta mal. Todo empezó a las 11pm -- que aquí los alemanes están siempre con la mierda del am y pm -- en el salón de nuestra planta, si se le puede llamar salón. Habíamos quedado allí. Una salita con dos sofás que parecía un comité de la ONU, aunque también tenía bastantes similitudes con la oficina donde tienes que registrarte como ciudadano alemán nada más llegar. Mientras el indio Samat se pinchaba unos temazos en su portátil y se liaba cigarros, una polaca -- cuyo nombre todavía no conozco -- bebía tequila a palo seco con las narices tapadas, y luego se enjuagaba la boca con zumo de naranja para paliar el sabor de aquel mejunje mejicano que tenía pinta de todo menos de tequila. A mi derecha uno de los sirios -- Mohamed -- y la eslovena, mientras esperábamos a que llegaran los demás. Durante el trayecto al sitio de fiesta, el indio -- que es