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Punto y seguido

Acabo de montarme en el avión. Ya está todo entregado, mochilas y chaqueta arriba, cascos en la oreja, y equipaje facturado tras pagar 120 euros de sobrepeso de equipaje. Si a todos los extranjeros les timan lo mismo que a mí­, no me extraña que vaya tan bien Alemania. Se me escapa un suspiro mientras cierro los ojos. De cansancio quizá. Llevo toda la noche sin dormir. La mitad de ella de jarana, disfrutando mis últimos minutos en Berlí­n con los pocos amigos que ya quedan aquí­, y descubriendo uno de los bares que más me ha gustado desde que estoy aquí­, el White Trash , en la parada del U de Rosa-Luxemburg-Platz ( aquí ) ¡¡Hay que joderse, el último día!! Me despido de ellos. Me marcho andando bajo la lluvia que nos ha estado acompañando durante muchos días de Julio. Esa lluvia que cae a la vez que tus amigos suben fotos al Facebook de paellas en Mojácar, y revolcones en la arena de Las Higuericas. ¡Eso es sincronización, y lo demás son tonterí­as! Mientras ando sigo desarrollando un
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Nice at work

It was everything nice at work. I still remember my first day. It was cloudy, cold,... but I was there. With a hundred kilos of baggage on my back, waiting for Stefan just where he had said to me. Just there started my first day at work, in which I became a new member of the T-Labs and I received my computer ---which a few months later was going to be my worst nightmare. At the end of that day I went with Stefan ---mi work mate---, Sebastian ---the boss---, and other colleague to have dinner. Some pasta and several german beers to make the first cultural exchange. We talked about things like Spanish people living in caves, the peculiarities about the position of Bayern within Germany, the skills of president Zapatero, and about red-face Germans wearing sandals with shocks when they come to Spain. Nice!! Stefan was always close to me, helping me and teaching me german manners. It was funny to learn how Germans behave in different situations, sometimes different to Spanish, but som

A la orilla del río

El rí­o es un elemento muy importante en Berlin. El Spree atraviesa todo Berli­n desde el oeste al este de la ciudad, siendo navegable en la mayorí­a de sus tramos. Éste surca varias de las zonas más representativas de Berlin, ramificándose hasta llegar al Bundestag, atravesar el Tiergarten, y dar forma a lugares tan hermosos para la vista como la Isla de los Museos. Sobre él están montados varios negocios: transporte de algunas mercancí­as, rutas turí­sticas, etc. Pero lo más importante es que se trata de un rí­o vivo. Pasaremos rápido por el invierno, estación en la que el rí­o llega a congelarse en la parte más superficial, indicándote que a la mañana siguiente te vas a cagar cuando digas de tirar para el trabajo. Es en verano cuando la vida del rí­o parece efervescer. Cuando sale el sol, la gente se agolpa en sus dos orillas para tomarse algo, tocar la guitarra, comer, cenar, o simplemente para observar. Son decenas los bares, discotecas, terrazas, etc. que se agolpan a la

Potsdam express

Nos sentamos en el S-Bahn. Cristina saca de su bolso un paquetito de papel aluminio y lo abre. Justo como le encargué: tres trozos de bizcocho y unas cuantas onzas de chocolate. Merendamos por el camino porque no hay tiempo que perder, ya que tenemos sólo unas 4 horas para ir a Potsdam y visitar la ciudad. Junto a nosotros dos bicicletas preparadas para la aventura, porque a mi juicio, visitar Potsdam en bicicleta tiene muchas ventajas, sobre todo la de no tener que andar "una parvá kilómetros". Potsdam es una ciudad barroca muy cercana a Berlin --a poco más de 25 kilómetros-- la cuál ha sido escenario de grandes momentos de la historia del mundo. Se trata de una ciudad llena de palacios y atracciones históricas, y donde tres cuartas partes son espacios verdes. Se sitúa al lado del río Havel, y posee alrededor de 20 lagos y ríos. Nada más llegar a la estación bajamos las bicicletas del tren y nos dirigimos hacia la puerta principal. Después un rato viendo para dónde de

Tolerante por defecto

Paco y Celia llevan unos cuatro días aquí, pero ya antes de venir me avisaron de que la fiesta de hoy no nos la podíamos perder. "Por supuesto que no", les respondía siempre. Y es que hoy es el Christopher Street Day, o lo que viene a ser el Día Internacional del Orgullo Gay, el cuál en Berlin también se celebra por todo lo alto. Una vez los bocadillos y las cervezas en la mochila, nos acercamos al punto de encuentro donde se supone que los demás debían de estar esperando. Una vez nos encontramos todos, y después de algunas decenas de minutos andando con una orientación casi nula mientras nos guiábamos por el ruido del desfile, encontramos nuestro sitio. A los pies de la mismísima Diosa de la Victoria montamos el campamento base. Cientos de jóvenes y no tan jóvenes tirados en el césped de aquella redonda aguardaban la llegada del desfile para, una vez allí, acompañarlo hasta su destino: la Puerta de Brandenburgo. La cabeza del desfile acaba de alcanzarnos. Abriendo

Respuesta de Pedro, Andrés y Marcos

Aunque para nosotros no es una novedad hacer un largo viaje, nunca nos acostumbraremos a las sensaciones contradictorias al comenzarlo. Los nervios al ultimar los preparativos, las tristes despedidas,... Estaremos tiempo sin ver a los nuestros, nos perderemos momentos importantes de sus vidas, momentos de felicidad y de tristeza. Sabemos que sufrirán por nosotros y que los tendremos pendientes de las noticias internacionales, rezando por que no nos pille ninguna desgracia por donde pasemos y por que tengamos un viaje seguro.  Comienza tu viaje, un nuevo proyecto, un sueño, una ilusión. Quizás llevados por nuestro propio entusiasmo, nuestros ojos hoy ven en positivo al llegar al ecuador del viaje, Berlín. Imponente Brandenburger Tor y el Reichstag, sorprende aún más el ver unos rostros conocidos andando por las calles de Berlín, el de Eze y Evelina. Tras los saludos oportunos nos comentan que no podemos perdernos unas casas okupas que hay unas calles arriba; desde luego esa informaci

Recalculando: la historia de 27 horas en Praga

Mientras los huéspedes de la pensión El Tío los Pollos duermen plácidamente, se me ha ocurrido desde mi destierro Napoleónico en la Isla de Elba --el balcón donde salgo a fumar-- escribir una entrada para este blog. Y es que hemos pasado un par de días en la maravillosa ciudad de Praga, urbe llena de magia y encanto, y repleta de rincones dignos de cualquier párrafo de los libros de Kafka. Ante todo dar gracias a los elementos por habernos dejado disfrutar de Praga en todo su esplendor. Nos ha hecho un tiempo radiante y hemos podido deleitarnos de los colores y la luz cautivadora de una ciudad que te retrotrae a épocas pasadas, y te teletransporta un par de siglos atrás en el tiempo, envolviéndote en una atmósfera de cuento digna de una ciudad monumental. Nuestra aventura comenzó a las siete de la mañana del viernes. Quien me conozca sabe que prácticamente es mi hora de dejarme abrazar por los brazos de Morfeo, pero “el que algo quiere algo le cuesta”, así que bien temprano fuimos