Nos sentamos en el S-Bahn. Cristina saca de su bolso un paquetito de papel aluminio y lo abre. Justo como le encargué: tres trozos de bizcocho y unas cuantas onzas de chocolate. Merendamos por el camino porque no hay tiempo que perder, ya que tenemos sólo unas 4 horas para ir a Potsdam y visitar la ciudad. Junto a nosotros dos bicicletas preparadas para la aventura, porque a mi juicio, visitar Potsdam en bicicleta tiene muchas ventajas, sobre todo la de no tener que andar "una parvá kilómetros".
Potsdam es una ciudad barroca muy cercana a Berlin --a poco más de 25 kilómetros-- la cuál ha sido escenario de grandes momentos de la historia del mundo. Se trata de una ciudad llena de palacios y atracciones históricas, y donde tres cuartas partes son espacios verdes. Se sitúa al lado del río Havel, y posee alrededor de 20 lagos y ríos.
Nada más llegar a la estación bajamos las bicicletas del tren y nos dirigimos hacia la puerta principal. Después un rato viendo para dónde deberíamos tirar, y de algunos cientos de metros en dirección contraria, conseguimos "engarruchar" el viaje que teníamos preparado para aquella tarde. Los monumentos no se hacen de rogar. Nada más cruzar el Lange Brücke llegamos a la Nikolaikirche, una iglesia que sospechosamente tenía un aspecto mucho más nuevo del que debería tener. Un poco más de bici y nos encontramos con la versión local de la Puerta de Brandenburgo. Tampoco era gran cosa, aparte de ser bastante más pequeña que su homóloga en Berlin, por lo que de momento íbamos pinchando.
Sin embargo, la cosa iba a mejorar pronto. Después de un ratito en bici con una temperatura espléndida, llegamos a la atracción más popular de la ciudad, el Parque de Sanssouci, un parque de grandes dimensiones en cuyo recinto se encuentran siete palacios y palacetes de estilo barroco. Mientras paseábamos por sus enormes jardines que a veces parecían bosques, no parábamos de encontrar sorpresas. Desde palacios con los que más quisieran contar entre su patrimonio muchas ciudades españolas hasta una casita del té china, la cual parecía bañada en oro. Y es que el Palacio Sanssouci es una de las joyas de la ciudad que el rey Federico el Grande ordenó construir para vivir “sin preocupaciones”. Este palacio está situado sobre una colina, rodeado de viñedos, que transmiten tranquilidad y sosiego. Por todo ello fue nombrado en 1991 por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.
No podíamos marcharnos de este lugar sin visitar el Molino Histórico y al flautista de Sanssouci; cuenta la leyenda que Federico II de Prusia, fijó la existencia de un molino que, a su juicio, le estropeaba las vistas del paisaje o le impedía ampliar los terrenos del palacio, aquello le trajo algún problema que otro, no haciendo honor al nombre del palacio. La música también estuvo presente en este hermoso lugar. El rey Federico fue un gran amante de este lenguaje universal, hasta el punto de mantener una orquesta propia y realizar numerosos conciertos en su palacio. Era un flautista aceptable y llegó a componer varias obras para ese instrumento.
Ya no nos queda mucho tiempo y tenemos que coger el último tren. Aprovechamos la vuelta para dar un paseo en bici por el centro de la ciudad, donde calles pequeñas y agradables contienen construcciones pintorescas. Una de las más curiosas es el Barrio Holandés, con sus casas de ladrillo que a veces parecen pertenecer a una fortaleza. Nos faltó tomarnos una cerveza allí, pero el tiempo no lo permitía. También son interesantes las tres puertas de la ciudad, que aún siguen en pie.
Sin duda Potsdam se trata de un lugar con encanto para pasear deliciosamente por eternos jardines y desconectar de la vida de una capital como Berlin. Yo la recomiendo para visitas a Berlin de a partir de cuatro o cinco días, y si es en bicicleta, mejor que mejor.
Muchas gracias Eve por las descripciones.
Potsdam es una ciudad barroca muy cercana a Berlin --a poco más de 25 kilómetros-- la cuál ha sido escenario de grandes momentos de la historia del mundo. Se trata de una ciudad llena de palacios y atracciones históricas, y donde tres cuartas partes son espacios verdes. Se sitúa al lado del río Havel, y posee alrededor de 20 lagos y ríos.
Nada más llegar a la estación bajamos las bicicletas del tren y nos dirigimos hacia la puerta principal. Después un rato viendo para dónde deberíamos tirar, y de algunos cientos de metros en dirección contraria, conseguimos "engarruchar" el viaje que teníamos preparado para aquella tarde. Los monumentos no se hacen de rogar. Nada más cruzar el Lange Brücke llegamos a la Nikolaikirche, una iglesia que sospechosamente tenía un aspecto mucho más nuevo del que debería tener. Un poco más de bici y nos encontramos con la versión local de la Puerta de Brandenburgo. Tampoco era gran cosa, aparte de ser bastante más pequeña que su homóloga en Berlin, por lo que de momento íbamos pinchando.
Sin embargo, la cosa iba a mejorar pronto. Después de un ratito en bici con una temperatura espléndida, llegamos a la atracción más popular de la ciudad, el Parque de Sanssouci, un parque de grandes dimensiones en cuyo recinto se encuentran siete palacios y palacetes de estilo barroco. Mientras paseábamos por sus enormes jardines que a veces parecían bosques, no parábamos de encontrar sorpresas. Desde palacios con los que más quisieran contar entre su patrimonio muchas ciudades españolas hasta una casita del té china, la cual parecía bañada en oro. Y es que el Palacio Sanssouci es una de las joyas de la ciudad que el rey Federico el Grande ordenó construir para vivir “sin preocupaciones”. Este palacio está situado sobre una colina, rodeado de viñedos, que transmiten tranquilidad y sosiego. Por todo ello fue nombrado en 1991 por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.
No podíamos marcharnos de este lugar sin visitar el Molino Histórico y al flautista de Sanssouci; cuenta la leyenda que Federico II de Prusia, fijó la existencia de un molino que, a su juicio, le estropeaba las vistas del paisaje o le impedía ampliar los terrenos del palacio, aquello le trajo algún problema que otro, no haciendo honor al nombre del palacio. La música también estuvo presente en este hermoso lugar. El rey Federico fue un gran amante de este lenguaje universal, hasta el punto de mantener una orquesta propia y realizar numerosos conciertos en su palacio. Era un flautista aceptable y llegó a componer varias obras para ese instrumento.
Ya no nos queda mucho tiempo y tenemos que coger el último tren. Aprovechamos la vuelta para dar un paseo en bici por el centro de la ciudad, donde calles pequeñas y agradables contienen construcciones pintorescas. Una de las más curiosas es el Barrio Holandés, con sus casas de ladrillo que a veces parecen pertenecer a una fortaleza. Nos faltó tomarnos una cerveza allí, pero el tiempo no lo permitía. También son interesantes las tres puertas de la ciudad, que aún siguen en pie.
Sin duda Potsdam se trata de un lugar con encanto para pasear deliciosamente por eternos jardines y desconectar de la vida de una capital como Berlin. Yo la recomiendo para visitas a Berlin de a partir de cuatro o cinco días, y si es en bicicleta, mejor que mejor.
Muchas gracias Eve por las descripciones.
Gracias a ti, pasamos unos días inolvidables, ya tenía ganas de leer esta entrada, ha quedado perfecta!!!!! Besossssssss pa los dos!!!!!!
ResponderEliminarUmmmm, parece el Versalles aleman, jejeje...muy chulo! gracias Pedro me encanta leerteee!! Muak
ResponderEliminarNo olvidéis la bicicleta... o los pies os echarán humo!!!
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