Ir al contenido principal

Entradas

Das Fahrrad, mein Fahrrad

Pues nada, aquí está la máquina. Esta mañana me he ido al mercadillo de segunda mano -- léase FlohMarkt para los alemanes, o Rastro para los madrileños. He ido al de Mauerpark, uno de los más grandes -- creo -- de Berlín. Estaba nevando pero no importaba, porque aunque parezca mentira, aquí cuando nieva la temperatura se "suaviza" un poco. Después de dar unas cuantas vueltas, y de quedarme con algunos precios, me he decidido por ésta. No es la más bonita -- como se aprecia en la foto -- pero era la que tenía una mayor relación calidad-precio. Yo iba mirándole las ruedas y los piñones como si le fuera mirando las dentaduras a los caballos. Había otras de paseo que molaban más, aunque eran más caras. Y lo peor, más golosas para que venga alguien y te la sirle, que aquí lo de las bicis es como allí lo de las antenas de los coches, vuelan. Además, las ruedas estaban algo cocidas. Al final me he pillado la mountain bike esta, que tenía buenas ruedas. ¿El precio? 40 pavos, más

Alexanderplatz - Tierra en la boca

El otro día me fui a visitar Alexanderplatz, o "Alex" como la llaman los berlineses. Miro la guía y el nombre es por un zar ruso, Alejandro I. Alexanderplatz es un lugar situado en el centro-este de la ciudad, algo más al este que la zona de la Puerta de Brandenburgo, y en ella confluyen varias líneas del transporte público -- metro, tren, tranvía, etc. -- así que si vienes a visitar Berlín pasas por aquí sí o sí. Además, con un paseo de hora u hora y media te permite ver todo lo que os voy a contar aquí, y seguro que mucho más. Lo primero que ves al salir de la estación es una plaza rodeada de edificios. Entonces te preguntas, ¿tanto Alexanderplatz para esto? Además, pasé por aquí el otro día cuando me fui de fiesta con unos españoles -- ya os lo he dicho antes, que pasas fijo. Pues nada, andemos un poco. Lo primero que te encuentras en la plaza es el reloj de la hora mundial. Es como un cilindro grande y estrecho que tiene dibujado el mapa del mundo sobre el que se puede

No tiene precio...

Tener un estante gigante en el supermercado dedicado solamente a cervezas "manjar", está bien. Que las cervezas sean de medio litro la mayoría, está bastante bien. Que te devuelvan pasta por devolver los "cascos", mola. Ver a la gente cómo se las lleva en cajas como si fueran mandarinas, motiva bastante. Pero que las saques a la ventana y ellas mismas se pongan en su punto óptimo de maduración, sin necesidad de preocuparse por nada más, no tiene precio. Vamos, y os voy a recordar poco este verano cuando llegue a la playa las cervezacas que hay aquí y lo frescas que me las tomaba.

Los sobres de Elisa

Hoy era el día. Hoy era el momento de hacerlo. Mi madre -- como buena madre que sufre por su hijo -- se encargó de ponerlos cuidadosamente en el fondo de mi equipaje, custodiados en un flanco por el fuerte armazón de la maleta nueva recién comprada, y en el otro por la ropa que actuaba a modo de colchón protector. Los sobres no se podían abrir, ni romper, ni siquiera inmutar. Tenían que llegar intactos a Berlín, eso era lo importante. Si algún sobre se rompía todo se iba al garete, y el desenlace hubiera sido fatal. Tenían que aguantar hasta que llegara el día de abrirlos, como si nada hubiera pasado, como si no hubieran recorrido un solo metro, como si hubieran bajado desde la cama donde hicimos la maleta los dos juntos el último día hasta el suelo en el que estábamos pisando, como si no hubiera pasado absolutamente nada. Por fin llegó el día, el dia de abrirlos, el día de descubrir el maravilloso y esperado contenido de esos sobres. Aparto la ropa con cuidado, la coloco en su sitio