Ir al contenido principal

Esto es Berlin (y II)

La cosa se quedó por el viernes. En España tenemos el dicho "los viernes son viernes" para expresar, de cierta manera, que el viernes curramos un poco menos porque estamos pensado ya en el finde. Solemos hacer los almuerzos algo más largos y especiales porque es viernes, sueles hablar más de la cuenta con los compañeros y compañeras, y cuando salimos hacia casa -- sobre todo los que no curramos ese día por la tarde -- con una sonrisilla de oreja a oreja les dices a tus compañeros: "buen finde!!", y te vas ahí nianianianiania para tu casa. Aquí en Alemania el dicho difiere un poco por su forma de ser, porque aunque los viernes sean viernes en todos lados, los alemanes "los viernes a partir de las 13:00 hacen lo que quieren". ¡¡Con dos cojones!! Antes de la una ni hablar, no se vaya a ir a pique el país. Eso dice mucho de una filosofía y otra.

Bueno, que me lio. El viernes fui a la ópera. Era una de las cosas que quería hacer en Berlín -- más accesible que la de conducir un Porsche a toa flema por una autopista --, y cuando me enteré que uno de los italianos curraba allí cantando ópera vi el cielo abierto. Una entrada para la ópera en sitio excepcional, centrado, a media altura, y cerquita del escenario, por 7.5€. Fuimos a ver el Barbero de Sevilla. Dos horas y media de ópera que de verdad me gustaron mucho, aunque al ser en italiano con subtítulos en alemán, cuando el diálogo se ponía pesado ya como que le faltaba un poco de acción. Mi idea sobre la ópera cambió, ya que pensaba que sería más aburrida, pero la verdad es que se parecía bastante a una obra de teatro, y encima los directores metían cosas así graciosillas para que te fueras riendo.



Despues nos fuimos a cenar con mis amigos y con otra gente, la mayoría cantantes de ópera -- algunos eran los que acababan de actuar. Eran tres estadounidenses y una israelí, que por cierto, me cantó un trozo de una canción de la traviata que me encanta, y que entre eso y lo buena que estaba, ay omá!!!
Esa noche terminó en fiesta tranquilita, rollo pub y esas cosas. ¿Algo reseñable? Tardé una hora exacta entre la puerta del último bar y mi casa. Y a las 5 de la mañana eso duele aún más de lo que te acababas de imaginar.

El sábado durante el día fue tranquilito, por razones obvias. Por la noche me fui con mi vecina y nos acoplamos a la fiesta de un colega murciano. La verdad es que no estábamos invitados, pero allí el personal nos recibió con los brazos abiertos. Habían muchos españoles, y algunos alemanes y suecos. Dos murcianicos, que se agradece escuchar el acento aunque no sea como el nuestro. Pues resulta que el murciano -- Julián -- también es cantante, así que to dios artista aquí. Allí nos bebimos todo el material que nos habíamos comprado en el turco -- aquí no hay chinos -- más una cervezaca que les sustraje del frigo -- Julián, si me lees, ya te pagaré una, fue por una buena causa.
Y luego nos fuimos a un sitio un poco surrealista: "el bar del ping-pong". O como yo le llamo: "el antro del ping-pong". Total, que llegamos a la puerta de un bar, pasamos un pasillo y un par de puertas, y zas: por lo menos 20 o 30 personas jugando al ping-pong "cocíos como mervas" dándole vueltas a la mesa jugando a aquel juego que ya os conté una vez. ¡¡Que cosa más rara!! te dirás. Pues sí, eso mismo dije yo a mi colega italiano, a lo que él contestó: "Esto es Berlín". Y la verdad es que tenía su sentido.



A ver. El bar te cobraba una fianza de 5 euros por pillarte una raqueta, que luego te devolvía. La cosa consistía en ponerse fino y jugar al ping-pong -- si es con una cerveza en la mano y la pala en la otra, mejor que mejor. Tú te metías en el corro y dabas vueltas; que te tocaba a ti, pues a mandarla al otro lado sin cagarla. ¿Qué pasa? Que yo nunca lo había probado, pero cuando vas algo torero -- aunque sea un poco -- no das buenas ni la mitad de las veces, que no es broma. Y a un crack del ping-pong -- ejem -- eso lo único que me provocaba eran más ganas de jugar y jugar, porque te tenías que salir de la ronda y esperar a la siguiente, mientras los demás ahí dándole caña. Mira que idea más simple: bar de mierda, aspecto de mierda, sillones de mierda, música algo mierdecilla, el bar lleno. ¿Por qué? Por una simple mesa de ping-pong. Pero que el personal se llevaba hasta su raqueta y todo. Así de simple, así de efectivo. ¿Quiere llenar su bar? Llénelo de mierda y ponga una mesa de ping-pong, decenas de jóvenes le llenarán los bolsillos. Era para verlo, en serio.



Cuando ya abandonamos el auténtico bar del ping-pong nos fuimos a otra zona en la que hay como una vieja fábrica que la rehabilitaron, y dentro hicieron discotecas y pubs. La verdad es que la zona está bastante bien, aunque a las horas a las que llegas no son precisamente para hacer turismo. He visto que ahí también hacen conciertos y otros eventos; a ver si pillo alguno. Ahí es donde estaba el famoso puesto de la carne a la brasa, pero esta vez no pequé.

El domingo -- por la tarde obviamente de nuevo -- hice algo de turismo, aunque eso lo dejo para otro post.

Comentarios

  1. JAjajajaajajajajaja, no puedo parar de reirme con lo de Ping Pong !! que bueno !! seguro que me picaria a jugar !! me encanta la frase de "cocios como mervas" jajaja, bueno, mi jefe me mira con cara rara...vamos a dejarlo !! buena semana Pedricooo !! MUAK !!

    ResponderEliminar
  2. Jejejeje, gracioso el Cervi-Pong, seguro k en alguna de esas partidas alguno termina volcando mareao como un atún!!!

    En la carne a la brasa hay que pecar!!! Hazlo por tu hermano k está a régimen!!!

    ResponderEliminar
  3. Hola Pedro, un familiar del puerto me recomendo tu blog y llevo unas semanas siguiendote, muchas felicidades por el.

    El caso es que hace un par de dias vi un reportaje en el programa de Salvados en La Sexta, sobre la inmigracion en Alemania, dejo el link para el que le interese... Un Saludo desde Albacete.

    http://www.lasexta.com/sextatv/salvados/completos/salvados__domingo__27_de_febrero/382931/1

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El truco del almendruco

Ya tengo nueva casa. Y la verdad es que está bastante bien. Es un apartamento de 30 metros cuadrados que incluye una habitación-salón con una pequeña cocina, un hall con un armario grande y un baño separado. Aunque podéis ver las fotos, os describo un poco cómo es. Cuando entro tengo como un hall con un armario, y desde el que puedo acceder al baño y a la habitación.  El baño es bastante amplio, y tiene una bañera en vez de ducha. La habitación es como un salón en el que hay un sofá que realmente es la cama. Hay una gran alfombra que engloba la zona de la cama, una mesa central -- de alta como una mesa de café -- y un escritorio. Luego, en un rincón, una cocina pequeña pero que tiene de todo: mesa para comer con dos sillas, frigo, horno, kettel, cafetera, utensilios de cocina varios y un armario escobero. Respecto al barrio, a pesar de que está algo lejos del centro y tener que depender del transporte público, está bastante bien. A menos de un minuto andando tengo: tres superm

Potsdam express

Nos sentamos en el S-Bahn. Cristina saca de su bolso un paquetito de papel aluminio y lo abre. Justo como le encargué: tres trozos de bizcocho y unas cuantas onzas de chocolate. Merendamos por el camino porque no hay tiempo que perder, ya que tenemos sólo unas 4 horas para ir a Potsdam y visitar la ciudad. Junto a nosotros dos bicicletas preparadas para la aventura, porque a mi juicio, visitar Potsdam en bicicleta tiene muchas ventajas, sobre todo la de no tener que andar "una parvá kilómetros". Potsdam es una ciudad barroca muy cercana a Berlin --a poco más de 25 kilómetros-- la cuál ha sido escenario de grandes momentos de la historia del mundo. Se trata de una ciudad llena de palacios y atracciones históricas, y donde tres cuartas partes son espacios verdes. Se sitúa al lado del río Havel, y posee alrededor de 20 lagos y ríos. Nada más llegar a la estación bajamos las bicicletas del tren y nos dirigimos hacia la puerta principal. Después un rato viendo para dónde de

Punto y seguido

Acabo de montarme en el avión. Ya está todo entregado, mochilas y chaqueta arriba, cascos en la oreja, y equipaje facturado tras pagar 120 euros de sobrepeso de equipaje. Si a todos los extranjeros les timan lo mismo que a mí­, no me extraña que vaya tan bien Alemania. Se me escapa un suspiro mientras cierro los ojos. De cansancio quizá. Llevo toda la noche sin dormir. La mitad de ella de jarana, disfrutando mis últimos minutos en Berlí­n con los pocos amigos que ya quedan aquí­, y descubriendo uno de los bares que más me ha gustado desde que estoy aquí­, el White Trash , en la parada del U de Rosa-Luxemburg-Platz ( aquí ) ¡¡Hay que joderse, el último día!! Me despido de ellos. Me marcho andando bajo la lluvia que nos ha estado acompañando durante muchos días de Julio. Esa lluvia que cae a la vez que tus amigos suben fotos al Facebook de paellas en Mojácar, y revolcones en la arena de Las Higuericas. ¡Eso es sincronización, y lo demás son tonterí­as! Mientras ando sigo desarrollando un